La explosión de dos coche bombas colocados junto mezquitas de la ciudad norteña de Trípoli provocó la muerte de al menos 42 personas y dejó un saldo de aproximadamente 400 heridos, según un reporte preliminar del periódico libanés Daily Star.
La primera explosión ocurrió durante las plegarias del viernes cerca de la mezquita de Taqwa donde el jeque sunita salafista, Salem al Rafei, un feroz opositor del dictador alauita sirio, Bashar al Assad, estaba pronunciando un sermón.
Según fuentes libanesas, Rafei salió ileso del atentado.
Minutos después, una segunda explosión sacudió la calle Maarad cerca de la mezquita Salam, donde Bilal Baroudi, otro predicador salafista había pronunciado un sermón.
Ambas explosiones sucedieron cuando centenares de personas terminaban las plegarias y salían de los templos religiosos.
"Estuve allí, fue como un terremoto, toda la ciudad parecía temblar", relató un feligrés al Daily Star.
La televisión libanesa muestra imágenes de coches carbonizados,y personas heridas o muertas en la acera y niños evacuados; mientras una enorme cortina de humo se alza sobre la ciudad dividida entre sunitas y alauitas.
La tensión ha aumentado en el Líbano desde que el grupo terrorista chií Hezbollah decidió intervenir - a pedido de Irán -, en la guerra civil siria en favor del régimen de Assad, contra los rebeldes sunitas.
El pasado 16 de agosto, una explosión en el sur de Beirut, en un barrio considerado feudo de Hezbollah, provocó al menos 27 muertos y 336 heridos.
Hezbollah o Hizb Allah, que en árabe significa "Partido de Dios" pero es conocido por los rebeldes sirios como Hizb Shaytan o "Partido de Satanás", funciona como un mini-estado terrorista, socavando la soberanía del estado libanés, con decenas de miles de misiles y un ejército propio, armado y financiado por Irán. Este organismo parasitario que funciona como un puesto de avanzada de Teherán sobrevive gracias a la debilidad del Estado libanés, producto de la naturaleza fragmentaria y sectaria de la sociedad del país del cedro.
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